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jueves, 15 de enero de 2009

REBELDIA EN LA ADOLESCENCIA

LA REBELDÍA ADOLESCENTE

Ningún hombre conoce lo malo que es 
hasta que no ha tratado de esforzarse por ser bueno. 
Sólo podrás conocer la fuerza de un viento 
tratando de caminar contra él, 
no dejándote llevar.
C. S. Lewis

Una conversación sorprendente

Un personaje norteamericano visitaba en cierta ocasión una ciudad al norte de su país y le llamó la atención un joven a quien veía todos los días tumbado en el césped. Entabló con él una conversación que fue más o menos así:

-¿Tú no estudias?, ¿no tienes ocupación?
-¿Como cuál? -dijo el chico, entreabriendo un ojo.
-Podrías estudiar.
-¿Para qué?
-Para ingresar más adelante en la universidad.
-¿Para qué?
-Para obtener un título y poder trabajar.
-¿Para qué?
-Para poder ganar mucho dinero.
-¿Para qué?
-Pues..., para que puedas adquirir una buena casa, y muchas cosas más -contestó aquel hombre, ya un poco perplejo. 
-¿Para qué?
-Para que en tu vejez disfrutes de lo que tienes y descanses.
-Pues eso es justo lo que estoy haciendo ahora: descansar.

A la gente joven no se le pueden hacer planteamientos como los que este personaje ofrecía a aquel chico. Con ideales de ese tipo es difícil dar sentido a la vida de nadie.

Y el caso es que a veces, con nuestros cortos ideales, podemos darles bastante motivo para pensar así. Y se une a que la etapa adolescente facilita un cierto aire desmitificador, como de persona que cree que ya lo ha visto y probado casi todo -y casi siempre con cierta decepción-, y no encuentran sentido a casi nada. Algo parecido a lo que queda caricaturizado en esta anécdota.

Pueden pasar por una fase en la que parece como si para ellos lo importante fuera sólo lo inmediato, y no se atreven a creer en nada más, porque tienen miedo a decepcionarse luego. Prefieren creer en poco y esperar en nada, porque así se sienten más seguros.

Cuando veamos que les sucede algo de esto, hay que procurar darles ánimos y respaldar su confianza en sí mismos. Decirles que es mejor soñar un poco aunque luego a veces uno se equivoque. Tener esperanza, aunque a veces se vea defraudada.

Apostar por algo en la vida,
sin resignarse a que todo siga 
en la mediocridad.

Idealismo y vanidad. La fábula de Narciso

Cuenta la leyenda que Narciso era hijo de un río y de una ninfa. Y por lo visto era un niño muy guapo.

Narciso fue creciendo, y pronto fue un joven apuesto. Lo malo es que rechazaba el amor que le ofrecían y permanecía insensible al cariño de los demás. Sólo estaba pendiente de sí mismo. Así fueron pasando los años hasta que un día de mucho calor, después de una cacería, el muchacho se detuvo en una fuente para refrescarse. Al inclinarse para beber, Narciso vio su imagen reflejada en las aguas..., y se enamoró perdidamente de su propia figura.

Y allí se quedó Narciso, días y días, semanas y semanas, indiferente a todo lo que le rodeaba. Y allí, inmóvil como una estatua, absorto en la contemplación de su propia imagen, se dejó consumir por el hambre y la soledad hasta desvanecerse y caer sin vida sobre la hierba. Esta vieja leyenda ha dado el nombre de narcisismo a esa ingenua vanidad de quienes ante el espejo alimentan sin cesar la admiración hacia sí mismos.

La tragedia de Narciso tiene otras formas mucho más corrientes, más a nivel de calle. Aparece como un idealismo, ingenuo y perezoso a la vez, que inunda los afanes de muchas chicas y chicos jóvenes. Están llenos de proyectos: van a ser grandes genios, egregios artistas, creadores incomparables...; y a continuación reconocen que van mal en sus estudios, que jamás leen un libro, que no saben lo que es madrugar.

Piensan que están llamados a ocupar puestos preeminentes, que están destinados a ser como aquel gran empresario que se hizo a sí mismo en unos pocos años y ahora es inmensamente rico. Imaginan que triunfar en la vida es un camino sencillo, de sueño azul, glorioso, placentero y gratificante.

Van por la calle imaginando las miradas de admiración, las miradas de envidia, que sin duda le dirigen los conductores, los peatones, todos.

Y un día reciben un halago (quizá de cumplido) por algo que han hecho, y ya se ven como un nuevo Mozart o un nuevo Goya. Y en seguida creen ser un genio mundial, un superhombre. Y se comportan como piensan que corresponde a alguien así, de forma anárquica y distinta, como un hombre al que poco queda que aprender, y que vivirá con sólo sacar un poco de partido a su inmenso talento.

Pero la vida no suele ser así. Porque la realidad es terca.

Y para hacer cualquier cosa seria en la vida,
hay mucho que trabajar, 
mucho que aprender, 
mucho que tachar.

Han de comprender que nunca podrán crear si anteponen hoy sus sueños a la realidad. Quizá convenga recordarles aquello de Thomas Edisson de que el genio se compone de un uno por ciento de inspiración y un noventa y nueve por ciento de transpiración, de sudor, de trabajo.

-Pero decías antes que era bueno que fueran personas con ideales altos...

Sí, pero tan importante como tener grandes proyectos e ideales es aprender a traducirlos en una lucha ordinaria de la dura realidad de cada jornada, porque hay demasiado idealista que se ha dejado ganar terreno por los halagos de la vanidad o la simpleza.

La vanidad lleva a creerse algo distinto a lo que uno realmente es. El vanidoso piensa que hace maravillas y se siente herido si los demás no lo valoran. El hechizo de la vanidad los problematiza y sufren tremendamente.

--¿Y qué remedios propones?

El mejor remedio es un poco de realismo:
para unos, será comprender que los genios suelen ser inteligencias trabajadas por un estudio profundo; 
para otros, abrir un poco los ojos y descubrir las cualidades de los demás, que es una excelente forma de aprender; 
para los que pasan horas ante el espejo y aún así no están seguros de que les guste lo que reflejan, ser menos puntillosos en cuanto a su aspecto físico; 
para todos, rechazar el engañoso halago de la adulación (propia o ajena), y comprender que el objetivo de la vida no puede ser algo tan pasajero como la opinión ajena o el brillo de los aplausos. 
Los personajes famosos, esos que saborean las mieles de la gloria, cuando son un poco sensatos -y sinceros- reconocen que sólo con esas satisfacciones no se puede llenar una vida. Que vale más un poco de cariño que todos los aplausos del mundo. Que, a veces, han logrado todos esos aplausos pero, en esa lucha, han perdido el cariño de los suyos, y están tristes. 
Hay que aspirar a ser buena persona y a ser coherente con uno mismo. También se puede desear que los demás lo crean así, y lo valoren. Pero esto último ya es más difícil y, sobre todo, menos importante. Muchas veces hay que contentarse -y no es poco, es lo principal- con estar satisfecho con uno mismo. El aplauso que importa y que de verdad satisface es el que proviene de nuestro interior, de la conciencia de la obra bien hecha.

La fiebre del "no es esto"

Cuenta la tradición que, en cierta ocasión, un bandido llamado Angulimal fue a matar a Buda. Y Buda le dijo: "Antes de matarme, ayúdame a cumplir un último deseo: corta, por favor, una rama de ese árbol."

Angulimal le miró con asombro, pero resolvió concederle aquel extraño último deseo, y de un tajo hizo lo que Buda le había pedido.

Pero luego Buda añadió: "Ahora, por favor, vuelve a pegar la rama al árbol, para que siga floreciendo."

"Debes estar loco -contestó Angulimal- si piensas que eso es posible."

"Al contrario -repuso Buda-, el loco eres tú, que piensas que eres poderoso porque puedes herir, matar y destruir. Eso es cosa fácil, de niños. El verdaderamente poderoso es el que sabe crear y curar."

Para destruir, para arrasar, para gritar de forma estéril, para estar diciendo siempre que todo esta mal, que no es esto...; para todo eso no hace falta arte, ni ciencia, ni esfuerzo, ni cualidades.

-De todas formas, siempre he preferido la rebeldía al conformismo burgués, porque pienso que no estar satisfecho del mundo en el que se vive y querer cambiarlo es algo digno de alabanza.
Yo también, pero la rebeldía, que es necesaria, debe reunir ciertas condiciones, y quizá la primera sea saber contra qué nos rebelamos.

-Contra el mal, contra la injusticia, contra la mediocridad...
Bien. Pero empezando por el mal, la injusticia y la mediocridad que haya en uno mismo. No podemos ser como esos rebeldes de pacotilla que ni estudian, ni dan ni golpe, ni pueden ponerse a nadie como ejemplo de nada. Lo suyo más que rebeldía son ganas de incordiar. 
La historia está llena de ejemplos de rebeldes que cuando llegaron al poder se volvieron burgueses. Y de rebeldes que, al fracasar, se convirtieron en resentidos que sólo sabían hacer crítica destructiva.

Es muy fácil decir que algo está mal 
y que hay que cambiarlo. 
Lo difícil -y lo que hace falta- 
es aportar ideas positivas
y conseguir cambiarlo realmente.

Ante el dolor, la humillación o la desgracia

La adversidad y el dolor se presentan en la vida de todos. Es una realidad sencilla y patente ante la que caben reacciones muy diversas. 
Unos se crispan, maldicen y patalean. Otros se refugian en la melancolía, pero la melancolía es como una mano engañosa que se tiende hacia nosotros y que nunca logramos alcanzar: es pasajera, volátil, fugitiva. 
La adversidad y el dolor no deben verse como cosas tan terribles. La mayoría de los pensadores que han afrontado seriamente el problema dicen que con ellos viene una enseñanza siempre útil para nuestra vida; que cuando se saben recibir pueden transformarse en algo positivo.

Los golpes de la adversidad 
son amargos, 
pero nunca estériles.

Los padres deben dar ejemplo de serenidad frente a los reveses de la vida, de mantener la alegría, de esos valores que se manifiestan cuando, frente a un golpe de destino, lo sabemos aceptar. En la adversidad suele descubrirse al genio, en la prosperidad se oculta, afirmaba Horacio.

La alegría es una muestra de que va bien todo el entramado de virtudes de una persona. Es como un síntoma claro de que una vida está bien construida, que posee resortes -como decía Cervantes- para echar las penas fuera del alma y ser feliz. 
El dolor y la adversidad constituyen todo un espectro de contrastes en las personas. Unos, con muy poco, se desesperan. Otros, con mucho más, se crecen. El problema no está en que esas adversidades o esos dolores sean muchos o pocos, sino en la riqueza espiritual de las personas que los sufren, en su categoría personal y en el modo en que los asumen. Por eso ha llegado a decirse que la valía de las personas suele ir en función inversa a las facilidades que han tenido en sus vidas.

Autosuficiencia y consejo

Cuentan que en un puente estrecho, de aquellos típicos que se encontraban hace unos siglos como colgados entre las dos orillas de un torrente, se paró en cierta ocasión un mulo, afirmándose con terquedad en el sitio. 
Intentaron arrastrarlo por la cabeza, empujarle, e incluso molerle a palos las costillas, pero no había modo de hacerle avanzar. A uno y otro extremo del puente la gente esperaba con impaciencia. 
Hasta que llegó uno que parecía entender de mulos, se acercó, agarró al mulo por el rabo y tiró de él hacia atrás. Al sentir que le querían hacer retroceder, el animal salió como una flecha hacia adelante, dejando el paso libre.
Hay personas que son como aquel mulo: el mismo espíritu de contradicción. Parece que están esperando a saber de qué se habla para decir que ellos piensan lo contrario. Su norma principal es decir y hacer lo opuesto a lo que se diga o se haga. 
Para educar a esas personas, quizá lo mejor sería contratar los servicios de un experto en testarudos, como ése de la anécdota, para que les diga en cada momento lo contrario de lo que de ellos se quiera conseguir. 
Es triste ser tercos como aquel mulo, o tan autosuficientes que nunca sepamos aceptar un consejo. Todos necesitamos de alguien que nos ayude y nos comprenda; de alguien, al menos, con quien poder desahogarnos alguna vez. 

Desahogarse un poco 
y pedir ayuda 
a quien nos la puede prestar 
es ya un paso importante.

Primero, porque significa que ya nos hemos dado cuenta de que necesitamos esa ayuda.
Después, porque al explicar las cosas a otra persona, suelen adquirir más objetividad y entonces ya las comprendemos mejor. Además, el mero hecho de contarlo produce ya un gran desahogo.
Y por último, porque seguro que nos pueden ayudar mucho con algún buen consejo. 

--Algunos dicen que quienes piden consejo para todo van como a remolque de los demás, que son gente de poca personalidad.

Pedir consejo no implica seguirlo siempre, ni descargar en quien nos aconseja la responsabilidad de la decisión. No quita que sigamos siendo los autores y supremos responsables de nuestras vidas. El consejo hay que tomarlo de quien nos merezca confianza, y luego decidir por nuestra cuenta. 
Como el niño que aprende a nadar o a montar en bicicleta, poco a poco debe ir soltándose de quien le enseña, para poder aprender. Luego, sin que le estén sujetando, seguirá recibiendo consejos para mejorar su estilo. Pero tan equivocado sería sostenerle indefinidamente como dejarle caer mil veces mientras no logra aprender la técnica del equilibrio. 
Es muy duro para cualquiera no tener a nadie que le sepa dar un consejo oportuno en los momentos de dificultad. Les sucede a veces a las personas mayores, y sucede con más frecuencia a los niños. Muchos no tienen ningún amigo de su edad ni ningún adulto a quien abrir su corazón, nadie en quien confiar. 
Pero más aún sufren aquellos que sí tienen en quien confiar, pero no quieren hacerlo porque son demasiado orgullosos y se empeñan en rumiar pesadamente en soledad lo que seguramente se arreglaría con facilidad en una sencilla conversación de padre a hijo, o de hermanos, o de amigos. 
Siempre contribuirá en gran medida a la paz y la alegría en la familia que todos se preocupen por ayudar.

Pero a veces resultará más importante
que aprendamos a dejarnos ayudar, 
a escuchar esa voz amiga 
que tiene la lealtad de darnos un buen consejo.

Son muchos los que recuerdan con emoción uno de esos encuentros providenciales con un consejo que determinó el cambio de rumbo de una vida.

Corregir en la familia. Las cuatro reglas

El adolescente tiende por naturaleza a enjuiciarlo todo, tiene una considerable visión crítica de lo que le rodea. 

--Eso no tiene por qué ser malo. Puede ser muy positivo.
Por supuesto. Pero para que lo sea realmente, para que esa crítica sea positiva, habría que establecer una especie de reglas del juego. Podríamos intentar resumirlas en cuatro:
Primera. Para que alguien tenga derecho a corregir, tiene primero que ser persona que esté capacitada para reconocer lo bueno de los demás, y que sea capaz también de decirlo: que no corrija quien no sepa elogiar de vez en cuando. 
Porque si una persona no reconoce nunca lo que su hijo o su mujer o su marido hacen bien -y seguro que harán cosas bien, probablemente más que las que hacen mal-, ¿con qué derecho podrá luego corregirles cuando fallen? El que nada positivo encuentra en los demás, tiene que replantear su vida desde los cimientos: algo en él no va bien, tiene una ceguera que le inhabilita para corregir. 
Segunda. Ha de corregirse por cariño. Tiene que ser la crítica del amigo, no la del enemigo. Y para eso, tiene que ser serena y ponderada, sin precipitaciones y sin apasionamiento. Tiene que ser cuidadosa, con el mismo primor con que se cura una herida, sin ironías ni sarcasmos, con esperanza de verdadera mejoría. 
Tercera. Tampoco debe darse la corrección sin antes hacer examen sobre la propia culpabilidad en lo que se va a corregir. Cuando algo marcha mal en la familia, casi nunca nadie puede decir que está libre de culpa. 
Además, cuando uno se siente corresponsable de un error, corrige de forma distinta. Porque corrige desde dentro, comenzando por el reconocimiento de la propia culpa. Y el corregido lo entenderá mucho mejor, porque empezamos por compartir su error con el nuestro, y no lo verá como una agresión desde fuera sino como una ayuda desde dentro.

--Bueno, estás poniéndolo difícil...
Es que la crítica destructiva es tan fácil como difícil es la constructiva.
Resulta muy eficaz que en la familia haya fluidez en la corrección, que se puedan decir unos a otros las cosas con normalidad. Que los agravios o los enfados no se queden dentro de los corazones, porque ahí se pudren. 

--Te falta la cuarta regla.
Cuarta. Es una regla múltiple, inspirada en las que señala López Caballero. Se refiere a la forma de llevar a cabo la corrección: 
ha de ser cara a cara, pues no hay nada más sucio que la murmuración o la denuncia anónima del que tira la piedra y esconde la mano;
a la persona interesada y en privado; si no, suele ser contraproducente;
sin comparar con otras personas: nada de "aprende de tu primo, que saca tan buenas notas", o "del vecino de arriba que es tan educado...";
con mucha prudencia antes de juzgar las intenciones: hay que presuponer buena voluntad;
no hablar de lo que no se ha comprobado bien, pues de lo contrario, juzgamos con una frivolidad que espanta; corregir sobre rumores, suposiciones o sospechas, supone hacer méritos para ser injusto: recuerda aquello de que el bien debe ser supuesto, el mal debe ser probado, y eso otro de oír la otra campana, y saber quién es el campanero...;
específica y concreta, no generalizadora; sabiendo centrarse en el tema, sin exageraciones, sin superlativos, sin abusar de palabras como siempre, nunca...;
hay que hablar de una o dos cosas cada vez, porque si acumulamos una larga lista, parecerá una enmienda a la totalidad más que un deseo de ayudar;
sin reiterarlas demasiado: hay que dar tiempo para mejorar..., y además, la excesiva machaconería se vuelve también contraproducente;
hay que saber elegir el momento para corregir o aconsejar, que ha de ser cuanto antes, pero esperando a estar -los dos- tranquilos para hablar y tranquilos para escuchar: si uno está aún nervioso o afectado por un enfado, quizá sea mejor esperar un poco más, porque de lo contrario probablemente se estropeen más las cosas en vez de arreglarse;
y poniéndose antes en su lugar, haciéndose cargo de sus circunstancias, procurando -como dice el refrán- calzar un mes sus zapatos antes de juzgar. 
Actuando así, se corrige de modo distinto. Incluso veremos que muchas veces es mejor callarnos: hay quien dijo que si pudiéramos leer la historia secreta de nuestros enemigos, hallaríamos en sus vidas penas y sufrimientos suficientes como para desarmar toda nuestra hostilidad. 

Aprender a equivocarse. El perfeccionismo

Todos hemos conocido chicos y chicas pequeños que acaban siendo personas raras por culpa de una especie de terror a hacerlo mal.
Ese chico, o esa chica, a lo mejor no quiere jugar al fútbol o al baloncesto en el colegio, porque dice -y no es para tanto- que no juega bien. O jamás sale voluntariamente a la pizarra, porque le aterra la posibilidad de no saber contestar perfectamente. O no quiere participar de un juego que no conoce, porque no quiere arriesgarse a ser el perdedor hasta que haya conseguido dominar bien todas sus reglas. 
Los perfeccionistas son personas que tienen cosas muy positivas: creen en el trabajo bien hecho, procuran terminar bien las cosas, ponen ilusión en cuidar los detalles.
Pero tienen también bastantes negativas: viven tensos, sufren mucho cuando ven que no siempre pueden llegar a la suma perfección que tanto anhelan, su minuciosidad les hace ser lentos, y con frecuencia son demasiado exigentes con quienes no son tan perfeccionistas como ellos. 
Una de las cosas más difíciles de aprender es a equivocarse. No me refiero al hecho en sí de fallar, de cometer un error, que eso es muy fácil. Hablo de equivocarse y no venirse abajo, de saber reconocer un error sin sentirse terriblemente humillado. Que no nos suceda como a Guille, el hermanito de Mafalda, aquella vez que su hermana lo encontró llorando desconsoladamente: 

-¿Qué te pasa, Guille? 
-Me duelen los pies -responde entre pucheros. 
Mafalda se fija en los pies del crío y le explica: 
-Claro, Guille, te has puesto los zapatos cambiados de pie, al revés. 
Guille, tras un instante para comprobar el hecho indiscutible, comienza a berrear más fuerte. Mafalda le interrumpe: 
-¿Y ahora? 
-¡Ahora me duele mi odgullo!

Los fracasos son algo connatural al hombre, le siguen como la sombra al cuerpo. Todos nos equivocamos, y normalmente más de lo que creemos. Por eso, cuando los perfeccionistas se derrumban al comprobar que no son perfectos, demuestran con ello ser personas que cuentan poco con la realidad. 
Debemos aprender a darnos cuenta de que no es una tragedia equivocarse, puesto que la calidad humana no está en no fallar, sino en saber reponerse de esos errores. 

--¿Y no crees que tenemos algo de culpa a veces los padres?
Se equivocan los padres que crían a sus hijos con estilos perfeccionistas. Quizá educan a su hijo para que jamás suspenda o jamás rompa un plato, cuando más bien deberían educarle para que se esmere en ser un buen estudiante y procure que no se le caiga el plato, y -sobre todo- para que sepa sacar fuerza de cada error y sea capaz de volver a estudiar con ilusión o de recoger los pedazos del plato roto. 
Porque errores los cometemos todos. La diferencia es que unos sacan de ellos enseñanza para el futuro y humildad, mientras que otros sólo obtienen amargura y pesimismo. Conviene educar a los chicos de modo que tengan capacidad de superar los tropiezos con deportividad. 
Da pena ver a personas inteligentes venirse abajo y abandonar una carrera o una oposición al primer suspenso; a chicos o chicas jóvenes que fracasan en su primer noviazgo y maldicen contra toda la humanidad; a otros que no pueden soportar un pequeño batacazo en su brillante carrera triunfadora en la amistad, o en lo afectivo, o en lo profesional, y se hunden miserablemente. El mayor de los fracasos suele ser dejar de hacer las cosas por miedo a fracasar.

Una aclaración sobre la humildad

Son muchas las personas -explicaba con gracia C. S. Lewis- que piensan que humildad equivale a mujeres bonitas tratando de creer que son feas, o personas inteligentes tratando de creer que son tontas. 
Y como consecuencia de este malentendido se pasan la vida intentando creerse algo manifiestamente absurdo y, gracias a eso, jamás logran ganar en humildad.

No debe confundirse la humildad 
con algo tan simple y ridículo 
como tener una mala opinión 
acerca de los propios talentos.

La humildad nada tiene que ver con una absurda simulación de falta de cualidades.

-Pues es un error bastante extendido.
Ya lo creo, y durante siglos se han alzando contra él muchas voces sensatas que venían a recordar cómo la humildad no puede violentar la verdad, y que la sinceridad y la humildad son dos formas de designar una realidad única. La humildad no está en exaltarse ni en infravalorarse, sino que va unida a la verdad y a la naturalidad. 
Quizá, para aclarar conceptos, podemos dejar claro primero lo que no es humildad: 
No se logra la humildad en la familia humillando a los demás (así, suele conseguirse habitualmente lo contrario). 
Ni regateando los legítimos y prudentes elogios a las buenas acciones de los hijos o del cónyuge, con la excusa de evitar que se envanezcan. 
Tampoco conviene a la humildad la continua comparación con otras personas, puesto que a una persona no le viene la justa medida por su relación con otras, sino, ante todo, por lo que de natural debiera ser. 
Ni consiste tampoco en echarse encima toneladas de basura. Porque, además, esas personas autoculpistas no suelen creerse lo que dicen. Se pasan la vida diciendo que tienen muy mala memoria, que son un desastre, que no dan una a derechas...; pero suelen decirlo de modo genérico, y no les gusta que sea otro quien lo dé a entender, y menos si se desciende a lo concreto: cuando van conduciendo, por ejemplo, la culpa será siempre de otro conductor, del coche, o de la carretera, o de que le han distraído; y en el deporte, resultará que le han dado mal el balón, o que el terreno no estaban bien; etc. 
Tampoco es humildad esa triste y victimista actitud de quien dice "es que soy así" y se abandona a sus propios defectos sin molestarse en luchar por mejorar. Eso puede ser comodonería o inconstancia, pero nunca humildad.

¿Soportarlo todo? Error de una madre

«Es una cosa que ha ido empeorando en casa de día en día desde hace ya tiempo -se lamentaba con amargura una chica de diecisiete años. 
»Antes, mi madre tenía más autoridad, pero ahora está como arrinconada y apenas le obedece nadie en nada de lo que dice. 
»La casa se ha convertido en una especie de pensión donde la gente sólo aparece para comer, dormir y pedir dinero. Cada uno vive a su aire, es frecuente que lleguemos tarde a casa sin avisar, y es raro el día que no discutimos. 
»Mis dos hermanos pequeños han perdido el respeto a mi madre. Le llevan siempre la contraria, y alguna vez, en medio de esos enfados, han llegado a insultarla. Me duele ver cómo la tratan, pero no me atrevo a decirles nada, porque la verdad es que tengo que reconocer que yo a veces también he actuado bastante mal y no estoy en condiciones de echarles en cara nada. 
»Mi padre está siempre fuera, desde que cambió de trabajo, y cuando llega a casa no está para nada. Además, como tiene un genio fatal, mi madre prefiere no decirle nada de los disgustos que le damos, y hace bien, porque creo que sería casi peor. 
»Ella sufre mucho y soporta todo con una paciencia y una humildad admirables.»

-Pues creo que es un error consentir esas actitudes a los hijos.
Por supuesto, pero estando ya consolidadas, no es nada fácil reconducirlas. Tendría que servir este ejemplo como experiencia para plantear bien las cosas desde el principio, porque la actitud de esa madre ni es paciencia ni es humildad, como pensaba su hija. No puede ser virtud dejarse avasallar de esa manera. En la familia, como en todos sitios, hay que empezar por exigir que a uno le traten con respeto, y eso no es orgullo ni vanidad. 
Hay veces en que a una persona le toca sufrir un drama familiar muy doloroso, y a lo mejor casi lo único que puede hacer es soportarlo todo pacientemente. Pero lo normal es que todos tengamos que dejar las cosas claras todas las veces que haga falta hasta conseguir que se nos respete. 
Quien insulta, sobre todo si es con frecuencia, se descalifica a sí mismo. Y quien lo soporta habitualmente con gesto de víctima puede ser admirable o heroico, pero a veces resulta que es, más bien, simplemente un poco tonto o un poco tonta.

Hay que poner la energía precisa 
para defender los propios derechos, 
y esto es compatible con la humildad.

Habrá que buscar una solución concreta a cada caso, pero raramente la postura ideal será soportarlo todo y callarse eternamente.

FUENTE: www.interrogantes.net

JOVENES Y LA MUERTE

Los chicos ante la muerte

En octubre del año pasado hemos tenido una serie de desgracias familiares. La más importante, constituida por la muerte de mi suegro, fue motivo para largas charlas mi esposa, mis hijos y yo.

Antonio, así se llamaba mi suegro, vivía desde hacía ya algunos años con nosotros y con sus ochenta y un años resultaba ser la mayor de las siete personas que vivíamos en la casa y murió muy rápidamente, sin manifestar enfermedad, sin darnos tiempo a preparar nuestro ánimo para este triste evento. Esto nos llevó a pensar cómo afrontar el problema de dar la noticia a nuestros hijos y ayudarlos luego a superar el dolor, lo hicimos como pudimos, ahora ya sabemos como afrontar una situación como ésta. Entonces me di cuenta que casi siempre nos preparamos para la muerte de un ser querido, pero no nos preparamos para ayudar a nuestros hijos en este asunto. He aquí algunos consejos.

* Es importante explicar en forma clara a nuestros hijos lo sucedido, No es bueno decir que la persona fallecida se ha ido de viaje, ni decir que se ha dormido. Ambas afirmaciones crean en los niños la idea de que esa persona retornará de su viaje o despertará de su sueño. Se sabe además de algunos niños que temen dormirse porque han identificado el sueño con la muerte. No se debe temer al uso de palabras como "muerte" o "muerto" que, en los niños mayores, darán una idea clara de lo que ha sucedido.

* No es bueno abundar en detalles sobre cómo se produjo la muerte del ser querido, la explicación debe ser breve y clara.

* Se debe estar atento y escudriñar los sentimientos de los niños ya que, los más pequeños, suelen tener la sensación de ser culpables de la muerte del ser querido. Se le debe explicar en forma clara que lo que ellos hayan dicho o pensado no ha provocado la muerte del ser querido.

* Los niños, según sus edades, entienden la muerte de diversas maneras. Por lo general los chicos no entienden el significado de la muerte hasta los tres años. Entre los tres y los cinco años suelen considerar a la muerte como un estado reversible y temporal. Después de los cinco años entienden que la muerte es un estado definitivo, pero hasta los diez años no creen que pueda pasarles a ellos. Luego de los diez años suelen entender que la muerte es un estado definitivo y que necesariamente todos llegamos a ella. Claro que esto no es matemático y muchos de los niños que ya han pasado por la triste experiencia que significa perder a un ser querido, suelen ser muy adelantados en la comprensión de este fenómeno.

* Creo que no debe impedirse que participen del velatorio y sepelio, aunque tampoco se los debe obligar a participar de ello. En el caso de que ellos quieran hacerlo, se les debe explicar con anterioridad lo que van a ver en ese momento. Al permitirles participar de estos eventos les damos la posibilidad de experimentar la sensación de una despedida definitiva. Nuestros hijos participaron del velatorio de su abuelo, rezaron junto a su madre, y sirvieron de consolación a su madre que también pudo ayudarles a ellos a entender tal situación.

* No debemos temer llorar delante de nuestros hijos, ellos comprenderán y nos acompañaran en el dolor, pero creo que debemos evitar las situaciones de gritos escandalosos y signos de desesperación, pueden dejar en ellos una imagen sumamente negativa y desesperanzada.

* Si los niños sienten deseos de expresar su dolor, no debemos impedirlo. Quizás lo mejor es ayudarles a que lo hagan comunicándoles que nosotros también compartimos esa pena. Cuando el dolor no se exterioriza puede manifestarse de maneras no conscientes (pesadillas, dificultades en la escuela, etc.)

* Los niños se sienten mas consolados con un abrazo que con palabras sentidas.

* Si se tiene fe y se cree en la vida eterna, la cuestión será más sencilla, menos penosa. Porque esa separación definitiva, se transforma en la esperanza de reunirnos con al persona amada al final de nuestros días en presencia del Padre Eterno.

sábado, 3 de enero de 2009

EL ALCHOLISMO LA DROGA DE LA JUVENTUD

Así se tituló un excelente informe periodístico que fuera trasmitido ayer, Jueves 29 de Noviembre, por el Canal Trece, Buenos Aires –Argentina, conducido por la destacada periodista María Luisa Santillán. El mismo fue trasmitido en dos partes en los famosos noticieros del Trece, “Noticiero Trece”, de mediodía y “Telenoche”,de las 20:00 hrs. conducido por el galardoneado periodista Santo Biasatti.
Maria Luisa en su informe entrevista a médicos, a pacientes, a internados, a madres y padres, a jóvenes, y a funcionarios.
Sinceramente me llamó la atención su título y no me perdí parte de esta investigación periodística, aunque crudo y cruel, su situación es 
REAL. Todos los días estamos siendo testigos de como se deteriora la dignidad de las personas a través de inconductas, la mayoría de las veces desconocidas e insospechadas, que adoptan las personas cuando están sumidas casi en la inconsciencia debido al alto grado de alcohol en su organismoo con la mezcla explosiva de éste con las drogas.
Lo más trágico es que en la mayoría de las veces los que padecen de esta adicción se cuidan de no mostrar sus excesos en su entorno familiar, pues es ésta quien generalmente aduce desconocer estos hábitos en sus protegidos.
En este caso , como este informe se refiere a los niños, adolescentes y jóvenes, las entrevistas se orientaron a estos estamentos.
Sorprendente resultó escuchar a profesionales expresando que generalmente los chicos comenzaban a beber alcohol a partir de los trece años, casi como juego o imitación , para después transformarlo en un hábito y luego en una necesidad.
Los padres entrevistados desconocían estos vicios en sus hijos, y recién sabían de ello cuando les llamaban desde los hospitales.
Una de las afectadas, una chica adolescente dando su testimonio personal, decía que había empezado porque sus amistades ya lo hacían , 
y he aquí lo más real y cruel para los que verdaderamente son sensibles, manifestó entre lágrimas que “lo hacía porque se sentía vacía, todos alrededor de ella estaban vacíos y su familia no la llenaba”.
Creo que hasta la persona más insensible debiera sentirse tocada por estas expresiones. No es la primera alerta que recibimos de nuestros jóvenes que pareciere que ante lo incierto de su futuro buscar evadirse desenfrenadamente, aturdirse en un estado de irrealidad y de insensibilidad a la que los lleva el alcohol o a éste y la droga juntos.
Cuando los incentivos, los estímulos o visualización de un futuro promisorio, pleno de oportunidades, de crecimiento y progreso que deberíamos tener preparado tanto para nuestros jóvenes como para el más común de los habitantes de nuestra nación no se vislumbran en aires de cambio, ya no hay caso.
Es inútil 
NEGAR UNA REALIDAD, es inútil hacerse el indiferente, es inútil negarnos a aceptar que al margen de muchos otros orígenes que conducen al alcoholismo y la drogadicción es la BUSQUEDA DE UN ESCAPE, es la búsqueda de liberarse de todas las pasiones y aprehensiones que giran en torno no solo de nuestra juventud sino de personas de todas las edades y sexos.
No me sorprendió escuchar que como resultado de unos estudios de 
SEDRONAR,Secretaría de Programación para la Prevención de la Drogadicción y la lucha contra el NarcotráficoINFORMAN QUE CASI el 70% DE NUESTRA JUVENTUD CONSUME ALCOHOL y que LA EDAD DE CONSUMO COMIENZA DESDE LOS TRECE AÑOS.
Entre los adolescentes ya se ha hecho un hábito llegar con “altos grados de alcoholismo” a los boliches bailables donde se puede continuar el “desenfreno” mezclándolo con pastillas y estimulantes.
Un médico del Hospital Fernández, de Capital Federal, expresaba que hace un año atrás ingresaban al Hospital 4 pacientes por día con intoxicación por alcohol y drogas, hoy lo hacen 6 pacientes por día, la gran mayoría adolescentes.
Tal como expresaran algunos participantes en este informe : 
UNA COSA ES PREVENIR EL CONSUMO y OTRA ES ESTAR DETRÁS DEL CONSUMO..como suele darse en un alto porcentaje de los casos….se actúa sobre hechos consumados.
El Dr. Eugenio Nadra, psiquiatra-UBA, en su artículo “Bebidas Energizantes:¿suplementos dietarios o sustancias psicoestimulantes? define de alguna manera esta situación al expresar:”Vivimos la paradójica situación de una sociedad de consumo, que busca consumir a los jóvenes especialmente”.
El alcohol, ahora considerado también como droga, ha cobrado ya muchas vidas de adolescentes en los últimos tiempos. Es el mismo que nos hace inspirar lástima al ver la condición en que quedan.los jóvenes tirados en las calles después de sus noches de juergas de fin de semana, la de chicas violadas mientras estaban sumidas en el alcohol, adolescentes en estado de coma por sobredosis de alcohol y pastillas.
La pregunta del millón es cómo se podrá revertir esta situación.
Otros dicen que los jóvenes solo son las víctimas y que los culpables somos los mayores, sus padres, la sociedad misma.
Sobre quiénes son los culpables del creciente consumo de tabaco, de alcohol y de drogas entre nuestros niños, adolescentes y jóvenes, e inclusive adultos que no se escapan al exceso de dichos consumos se podrían escribir cientos de libros.
El asunto es ¿ quién le pone el cascabel al gato?
¿Quién será, el que finalmente decida asumir los costos políticos que significa talar de raíz esta problemática y crear y aplicar las leyes que pongan coto al sustancioso negocio que hay detrás de todo esto?
¿Quién será, el que de una vez por todas decida quedar en la historia de nuestra nación produciendo los verdaderos cambios que necesita nuestra sociedad sobre todo en el orden social, creando fuentes dignas de trabajo, de especialización, de profesionalización que resulten atractivas para nuestros futuros ciudadanos y para los que ya lo son?
….Que Dios ilumine a nuestros gobernantes y funcionarios.
¿Deberemos seguir confiando y esperando, ó aportar una tormenta de ideas sobre alternativas de soluciones ante la problemática que ha sido centro de este post?-
Intentemos proponer alguna acción…no nos quedemos lamentando lo que ocurre. No es un situación particular sino general.
Es nuestro deber, como mayores.

Los hábitos de consumo de drogas de la juventud europea fomentan una sexualidad sin precauciones

Según una investigación que acaba de hacer pública la Red europea para la investigación y prevención de problemas de los jóvenes (IREFREA), el consumo de altos niveles de alcohol y otras drogas entre la juventud europea fomenta el aumento de prácticas sexuales no seguras y el consiguiente incremento de infecciones de enfermedades de transmisión sexual.

Foto: Dan Foy (Creative Commons, Reconocimiento, No comercial)

Una investigación internacional acaba de revelar que los altos niveles de alcohol y otras drogas consumidas por la juventud europea pueden alterar sus decisiones e incrementar las posibilidades de una sexualidad sin precauciones, así como experiencias sexuales de las cuales luego se arrepienten.

A partir de la metodología del Respondent driven sampling(RDS), o muestreo dirigido por las personas entrevistadas, los investigadores realizaron una encuesta en nueve ciudades de nueve países de Europa (Alemania, Austria, España, Eslovenia, Grecia, Italia, Portugal, Republica Checa y Reino Unido). En total fueron entrevistados 1.341 jóvenes de entre 16 y 35 años, que de forma habitual salían a divertirse por la noche.

Para Montse Juan, una de las investigadoras españolas que ha participado del estudio y miembro de la IREFREA, “el consumo de sustancias se diferencia significativamente según el propósito por el que se consumen. Por ejemplo, el 28,6% de consumidores de alcohol lo utiliza porque facilita entrar en contacto con una posible pareja sexual y el 26,2% de los consumidores de cocaína la utilizan para prolongar la relación sexual”.

Los científicos hallaron una asociación entre el consumo de drogas y la sexualidad a una edad temprana. “El consumo de alcohol, cannabis, cocaína o éxtasis antes de cumplir los 16 años se relaciona con haber tenido relaciones sexuales antes de esa edad”, explica a SINC la investigadora. Según el estudio, la actividad sexual temprana se asocia con una proporción mayor de mujeres.

Los investigadores han encontrado también diferencias demográficas en relación con los distintos niveles de uso sexual, con mayores niveles de consumo de éxtasis en varones para prolongar la experiencia sexual y la mayor utilización de cocaína por los hombres solteros para aumentar la excitación y mejorar las sensaciones.

“El consumo de drogas actual de los participantes se asocia con tener múltiples parejas sexuales, de modo que los consumidores habituales de cocaína (en comparación con los que nunca han consumido) tienen cinco veces más probabilidad de tener cinco o más parejas sexuales en los últimos doce meses o de pagar para tener sexo”, apunta Juan.

 

Mejor prevenir que curar

Sobre los posibles efectos prácticos de este estudio, la investigadora española explica a SINC que el más evidente es “que los expertos en prevención sepan que los jóvenes valoran el vínculo entre consumo de drogas y sexualidad. En nuestro país existen muy pocos programas preventivos que traten ese vínculo”.

Aunque hoy en día se desarrollan programas de educación sexual orientados a grupos de riesgo, según los expertos son los adolescentes y jóvenes “normalizados” quienes relacionan las drogas con la sexualidad.

“Sabiendo que sí existe esa relación y qué riesgos tiene para la salud, hay que proponer programas y estrategias preventivas, además de seguir investigando sobre el abordaje del consumo de drogas vinculado en lo social, psicológico y físico a la sexualidad, desde la propia experiencia vital de los jóvenes“, concluye Juan.

Los estudios que abordan la asociación entre sexo y consumo de drogas, y específicamente las estrategias por las cuales los jóvenes utilizan estas sustancias como ‘facilitadoras’ en el proceso de la actividad sexual, siguen siendo limitados.

Las drogas en la juventud : "No creas que probar drogas es una gracia, una muestra de valentia; es solamente entrar a un camino sin retorno"

En la actualidad, el Perú es el país que produce mayor cantidad de drogas a nivel mundial; por lo tanto, los jóvenes peruanos están propensos al consumo de drogas. Las drogas son sustancias que dañan la personalidad biológica, psicológica y socialmente. Debido a esta problemática, decidimos entrevistar al doctor Luis Echegaray Vivanco, psicólogo y jefe del Área de proyección social en la Municipalidad de San Isidro, así como Coordinador del programa de prevención de drogas de dicha Municipalidad. En esta entrevista, el doctor Echegaray nos brindó algunas pautas y trabajos que realizó, así como su opinión personal sobre el tema.

La droga es una sustancia natural o sintética que altera el funcionamiento del cuerpo, estado de ánimo, razonamiento, la percepción y el comportamiento social. Según el doctor Echegaray, cuando los jóvenes están en el periodo de adolescente, están en un periodo de crisis, confundidos sin saber qué hacer, y los que están convenientemente socializados o no, así pertenezcan a un grupo activo donde desarrollen habilidades sociales y positivas, van a juntarse con personas fracasadas y perdedoras, que están tratando de buscar en cosas extrañas algún tipo de respuesta a su propia situación. Las palabras del doctor fueron las siguientes:
[...] Las personas solitarias o tímidas, que son incapaces de establecer una relación con una persona de sexo opuesto o con 
alguien en un estado normal, necesitan estimularse con una droga para atreverse a hacer algo para conversar, para llamar por telefono y 
para comportarse de forma común. Por ello, se van habituando al consumo.
La adicción es un fenómeno bioquímico y psicológico, que busca aplacar la angustia, la depresión y el dolor. Es un trastorno de las emociones y la voluntad.

La falta de comunicación con sus padres ,así como la falta de comunicación de las personas que lo puedan guiar, como tutores o profesores, es una de las causas que lleva al consumo. También podemos señalar los problemas personales, la falta de límites y consumo de drogas por parte de los padres. El doctor Echegaray afirma lo siguiente:
[...] Muchos hijos entran al consumo de drogas, porque los padres consumen drogas, y las drogas que más consumen es el alcohol y el 
tabaco, y la consumen delante de sus hijos; entonces, sus hijos como son de otra generación ya no consumen el alcohol, pero consumen 
otro tipo de drogas como la cocaína y la marihuana.
Para la rehabilitación de un adicto existen tres áreas muy importantes tales como la parte biológica, psicológica y social del tratamiento, los cuales son aplicados por el doctor Echegaray.

Según todo lo dicho, en la entrevista realizada al doctor Luis Echegaray Vivanco, nos parece que su concepto expuesto sobre el consumo de drogas en la juventud peruana es completamente acertado, ya que expone factores de la vida real que podemos observar a diario y nos da soluciones coherentes y bien propuestas para ayudar a los jóvenes que han incursionado en el 
mundo de las drogas.

Finalmente, concluimos que el problema de consumo de drogas en los jóvenes peruanos tiene solución; se deben realizar campañas exhaustivas contra la venta de drogas y que apoyen el tratamiento no solo biológico, sino también psicológico y social del adicto.

LAS DROGAS Y LOS JÓVENES

Unas de las drogas mas consumidas por los jóvenes, son las de diseño, en las que destaca el MDMA o éxtasis; sintetizado en 1912, por la industria farmacéutica alemana, como supresor del apetito. Sus principales efectos son aluciones o ilusiones.

La gran mayoría de decomisos provienen de Holanda, si bien una parte ha podido producirse en España o en el Reino Unido.

Las adicciones presentan efectos, los más graves incluyen una mayor frecuencia del corazón, edema pulmonar, hipertensión arterial, fiebre, hemorragias internas y fallos renales. Existen estudios que indican que producen daños cerebrales. Como dijo William S.Burroughs: “El adicto ofrece un espectáculo impresionante. Es incapaz de coordinación, se tambalea, se cae de los taburetes de la barra de un bar, se queda dormido en mitad de una frase, se le cae la comida de la boca. Se muestra confuso, pendenciero y estúpido".

Por supuesto las adicciones también implican dependecia física (requiere la presencia de una droga para continuar su funcionamiento normal, se manifiesta con un gran malestar físico) y psicólogica (necesidad compulsiva por consumisir una droga para sentirse bien, aunque no le sea necesaria).

El 85% de los jóvenes españoles considera que el consumo de heroína tiene respuestas muy peligrosas y un 65% percibe lo mismo del éxtasis. Sin embargo, sólo el 23% cree que consumir cannabis tiene peligro.

En cuanto a los métodos para combatir el consumo de drogas, los jóvenes españoles son los que menos importancia dan a la lucha contra el narcotráfico, ya que sólo el 44% dice que es eficaz, frente al 59% de la media comunitaria. Los españoles cree que es más eficaz el tratamiento y la rehabilitación, así como las campañas de información.

Actualmente las campañas que se emprenden en la televisión española pretenden evitar la drogadicción en adolescentes.

Esta nueva forma de representar las vivencias en televisión de la vida de los adolescentes pretenden desde un punto de vista de la cultura juvenil reforzar y desarrollar una actitud critica hacia las drogas informando y previniendo sobre los efectos o consecuencias del ingerir drogas.

El éxito o fracaso de una campaña publicitaria en televisión dependen del grado de realismo con el que se toca o representa el tema de las drogas. No basta con decir que las drogas son malas o que las drogas no tienen nada que ver con el alcohol.

El realismo con el que actualmente las campañas de publicidad en España se realizan es una buena manera de empezar a trabajar sobre la prevención de la drogadicción.

Esta impresión cruda pero al fin verdadera de las situaciones por las que pasa un adolescente representadas en televisión favorece la identificación del publico joven con situaciones que le pueden ayudar a no aceptar o simplemente evitar el consumo de drogas.

Vivir el día a día, el éxito social, el dinero, el disfrute del presente, etc... son algunos de los valores que van cobrando fuerza. El consumo de drogas está en sintonía con estas posturas emergentes en nuestra sociedad. Cuando las drogas y sus consumidores se ven como algo ajeno a lo social, y se reduce a la imagen del heroinómano, se afirma que este grupo carece en absoluto de valores. Sin embargo, cuando las drogas y sus consumidores son percibidos de manera más próxima —consumos de fin de semana, consumos experimentales, más recreativos, o más percibidos al estar ligados al éxito social—, aparecen en una categoría mucho más normalizada y no suscitan la atribución de contravalores. Resulta significativo cómo, en ocasiones, la sociedad adulta percibe y vive ese tipo de consumos como cosa de jóvenes.

España es el segundo país de la UE con mayor porcentaje de jóvenes que consumen cannabis, por detrás de Francia, ya que el 15% de los jóvenes españoles ha tomado esta droga en el último mes, según una encuesta sobre 'Las actitudes y opiniones de los jóvenes de la Unión Europea con relación a las drogas' publicada por la Comisión Europea.

Francia encabeza la clasificación de porcentaje de jóvenes que consumen cannabis con el 19,8%, mientras que la media de la UE es del 11,3% de los jóvenes.

En cuanto a otro tipo de drogas, España ocupa el tercer lugar de la tabla con el 3,7% de los jóvenes que declara que consume otro tipo de sustancias. Sólo está por encima Irlanda con el 4,8% y el Reino Unido con el 4,4% de los jóvenes. La media comunitaria se sitúa en el 2,7%.

Además, el 29,4% de los jóvenes españoles declara haber probado alguna vez el cannabis, y un 12,2% señala que ha consumido otro tipo de drogas.

Los jóvenes no se sienten responsables de su propio comportamiento: hacen lo que se espera que hagan, lo que se les pide que hagan. Van sobre la cuerda floja entre la tranquilidad de lo normal, que es su comportamiento de consumo, y el temor por los riesgos del mismo. A veces, esta disyuntiva se soluciona así: el consumo propio es el normal y el de los otros el descontrolado; la actitud propia es la legítima y la de los que desfasan es la irresponsable. Manuel Amigo Quintana, jefe del servicio de Coordinación de Salud Pública, subrayó que «los jóvenes son mucho más permeables que los adultos, que ya tienen una conducta adquirida»

La drogadicción es un grave problema social. El adolescente, su familia, amistades y la comunidad donde se desarrolla este son los principales perjudicados por esta actividad.

Respecto a la facilidad para obtener las sustancias, el 90% de los jóvenes españoles dice que es muy fácil comprar la droga en establecimientos como pubs o clubs, y un 66,2% indica que es fácil conseguirla cerca de colegios. Estas percepciones de la juventud española se sitúan a la cabeza del resto de los países comunitarios.

Asimismo, el 71% de los jóvenes españoles percibe que es fácil comprar droga cerca de su casa y cerca del 90% declara que se puede adquirir en fiestas.

El que cerca de 200 mil drogadictos mueran al año en el mundo indica el preocupante aumento en el número de personas que ingieren drogas ocasionalmente o que ya son adictos y que están fuertemente influidas o relacionadas con el aumento de la violencia social y la comisión de delitos.

Existen muchos ejemplos para hacer evidente el peligro social que representan las drogas, y que permiten afirmar con absoluta certeza que, por un lado la sociedad esta jugando un papel protagónico en la influencia sobre los adolescentes, y por el otro que es la misma sociedad quien con su apatía discrimina, corroe y humilla a los adolescentes que necesitan de su apoyo y limitan en sus capacidades para desarrollarse íntegramente. El análisis conjunto de los distintos valores ha permitido establecer ocho tipo de ideales en los que se pueden ver reflejados distintos grupos de la población española: normativo (93,7 %), altruista (36,8 %), presentista (27,7 %), arreligioso (24,5%), aventurero (7,8 %), ventajista (4,9 %), incívico (2 %) y xenófobo asocial (0,4 %). El estudio relaciona cada uno con la probabilidad de que exista un mayor riesgo o protección frente a los consumos. El normativo —que representa a casi un 94 % de la sociedad—, muestra la tendencia cultural general: consumo de sustancias legales y cierta protección frente a las ilegales.

Los expertos en adicciones concuerdan en que para poder ayudar a nuestros seres queridos a vivir libres de las drogas, podemos realizar acciones concretas con enormes posibilidades de éxito.

Entre ellas destacamos las siguientes:

-La familia no es “culpable” de la adicción , pero sí es responsable de su reacción ante ella.

-No lo culpabilice con el fin de intentar parar su uso. Decir cosas como "si realmente me quisieras, dejarías de usar drogas" o "con tu conducta nos estás matando" sólo crea sentimientos negativos que dan al paciente más excusas para continuar usándolas.

- Hay que ser realistas, dejar el hábito de abusar de sustancias es difícil; no se engañe pensando que el adicto está "curado" cuando ha sido desintoxicado, este es únicamente el primer paso de un tratamiento que deberá ser más completo.

- Cuando el adicto ha comenzado un tratamiento lo más probable es que se presenten recaídas, acéptelas como algo que puede suceder en enfermedades crónicas.

- Establece reglas adecuadas en casa y vigila que sean respetadas.

- El abandono del uso de drogas debe ser siempre responsabilidad del propio adicto, ya que es el único capaz de hacerlo. No obstante, es muy importante el apoyo de la pareja o familia para su recuperación. Nadie puede controlar a un adicto que no desea dejar de usar sustancias, pero éste sí puede controlar a quienes se lo permitan.

Existe una estrecha relación entre los problemas de las drogas y el alcohol. El alcohol es claramente el más grande problema de estupefacientes que existen actualmente. Una radical reducción en su consumo, probablemente sería la medida más positiva en la lucha contra las drogas.

De no atacar este problema, dentro de muy poco tiempo la droga de cualquier tipo correrá el riesgo de ser aceptada socialmente tal y como sucede con el consumo del alcohol.

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